Ya no puedo más, que diría Camilo Sesto. Pero lo que yo no aguanto más es la mudanza. Ya he perdido la cuenta de las que he hecho en los últimos diez años: bueno, en realidad, sí sé cuántas son, pero no quiero recordarlo. Y el caso es que cada nueva mudanza se complica más porque tengo más cosas que transportar, incluso ahora somos uno más…
Desde hace dos mudanzas (yo ya puedo medir el tiempo en mudanzas en vez de años y meses) el asunto se complicó mucho porque compramos muebles. En las anteriores casas solo teníamos que transportar ropa, libros, enseres personales, tal vez vajilla y cosas así. Era duro, pero lo que me venía por delante sería peor.
La casa anterior la alquilamos vacía. No nos lo pensamos mucho porque la casa nos fascinó. Y también es verdad que ya estábamos cansados de los muebles de los demás. Miramos muebles de hogar online y compramos un precioso sofá, varias mesas, sillas y demás. Le cogimos el gusto y también compramos armarios. Por aquel momento no pensábamos en que, tarde o temprano, debíamos abandonar la casa. Pero hay que vivir de vez en cuando, no se puede estar sufriendo siempre por el futuro, ¿no?
Pero el futuro siempre nos alcanza y tuvimos que cambiar de casa por cuestiones laborales. Y llevarnos todos esos muebles fue mucho más costoso, tanto económicamente como espiritualmente. Nos hartamos, vaya. Tampoco tuvimos muy buen ojo con la empresa de mudanzas porque fue un poco desastre, incluyendo misteriosas perdidas (más de lo habitual, porque en toda mudanza que se precie siempre desaparecen cosas).
Y ahora tenemos una nueva mudanza entre manos, con hijo incluido. Y por experiencia sé que por mucho que me mentalice y lo prepare siempre me voy a estresar. Es verdad que en esta última casa ya no tuvimos que mirar muebles de hogar online porque ya estábamos cubiertos y tenemos la experiencia de la anterior mudanza pero, con todo, ya estoy temblando y todavía quedan semanas. Espero que, al menos, sepamos dar con la tecla con la empresa de mudanzas esta vez.