Mi hermana se ha mudado por fin de casa después de amagar durante años. Vivía en un pequeño pueblo de donde es oriundo su marido. Fue una decisión arriesgada irse a vivir a un pueblo. Siempre tiene sus ventajas pero también sus inconvenientes. Aunque en su caso el problema fue debido a la humedad. Es un pueblo muy húmedo en una región muy húmeda y todo el piso da al norte, zona en la que hay un parque. Tras unos años de vivir allí las paredes empezaron a registrar problemas de humedad y al final toda la casa se contagió del problema.
No hubo otra opción que deshacerse de la casa. Tras un tiempo mirando se han ido a la ciudad: no es el barrio más lujoso del mundo, pero es mucho mejor vivir ahí. Y ahora llega el momento de decorar la casa. Es una tarea que algunos odian y otros aman. A mí no me gusta nada, pero a mí hermana sí. La primera vez que fui a su nueva casa, antes de que se hubieran instalado, no había casi nada y mi hermana estaba muy nerviosa explicándome todo lo que iba a hacer: aquí voy a poner un estor enrollable, aquí un armario, allí paneles de vinilo, etc.
La verdad es que para ella tiene que ser un momento emocionante. Sé lo mal que lo ha pasado en la otra casa. Al fin y al cabo fue una concesión que le hizo al marido: él soñaba con vivir en el mismo pueblo donde nació pero mi hermana nunca lo vio del todo claro. Y después vino lo de la humedad. Por supuesto, no es un problema que haya que achacárselo a mi cuñado: él también lo ha sufrido mucho.
Pero eso sí, en la nueva casa, la batuta de mando la tiene mi hermana. La última vez que fui, la casa ya está casi terminada: ha colocado el estor enrollable tal y como me dijo y ha pintado las paredes con sus colores preferidos. No puedo decir que sea una casa discreta, pero es así como mi hermana es feliz y me alegro por ella.